lunes, 20 de octubre de 2008

Cuidado con los Valores


Una vez leído el artículo de Daniel Innerarity acerca de la tan sonada “crisis de valores”, me pregunto el motivo por el cual, paradójicamente, se produce ésta en un momento en que nuestra sociedad necesita más que nunca erigir una pirámide de valores en sus vidas. Asimismo, me planteo la razón por la que asociamos inevitablemente dicha crisis de valores con la presencia de una cultura política débil en España.

Principalmente, se habla de una cultura política débil debido a que, en nuestro país, la labor de los medios de comunicación se ve enturbiada por la corrupción y el tráfico de influencias, y el poder que ejercen los narcotraficantes, grupos terroristas o partidos políticos hace que el pago de favores se realice con el silencio de ciertas informaciones que podrían ensuciar su imagen o tirar por la borda décadas de secretos más sumergidos en la Historia que la propia Atlántida.

Esto, entre otras cosas, conlleva que en nuestra sociedad se dé un bipartidismo que se convierte, velozmente, en división sistemática y peligrosa; tal y como sucedió, sin ir más lejos, en las últimas elecciones, donde los partidos minoritarios perdieron presencia y fuerza. Por razones tácticas, en las elecciones generales se vota a unos u otros, y esta polaridad tan marcada no resulta sino políticamente empobrecedora.
El autor del artículo lleva razón en afirmar que actualmente nos hallamos frente a “una situación general de pérdida de valores, relativismo, consumismo, desorientación, insolidaridad, hedonismo, deslealtad, tradiciones que se abandonan. En todas partes parecen quebrarse estructuras, consensos y autoridades. Las clases sociales se difuminan y la sociedad pierde cohesión, las empresas se volatilizan en tramas virtuales, el poder del Estado se debilita, los electores son de poco fiar.

Lo cierto es que desde hace un tiempo atrás, los principales partidos de nuestra sociedad, independientemente de que sean conservadores o progresistas, se centran en que los valores vuelvan a ocupar un lugar esencial dentro de ella.

Sin embargo, y como ya afirmé al inicio de este comentario, actualmente necesitamos idear, con urgencia, una escala de valores que vertebre y guíe nuestra vida en común, ahora que nos encontramos en un momento en que carecemos casi por completo de ella. Pero la crisis de valores que estamos viviendo no consiste en una ausencia de éstos, sino en una desorientación plena acerca del sentido de éstos.

Por lo tanto, la afirmación correcta tal vez no sea acerca de la existencia de una crisis de valores, sino de la presencia de una verdadera dificultad que atraviesa nuestra capacidad para cultivarlos.

Por otra parte, y respecto a este mismo tema, podríamos sacar a relucir dos aspectos primordiales para nuestro desarrollo: la educación y la familia. ¿Hasta qué punto las personas que nos gobiernan ponen todos los medios necesarios para impulsar la calidad en el aprendizaje académico y humano en los centros educativos? ¿Deben ellos procurar impulsar de nuevo la participación de la familia en la educación de sus hijos?

Hoy día la mayoría de personas, incluidos los psicólogos y los educadores, piensan que la culpa de esta situación de abandono educativo que nuestra juventud sufre por parte de sus familias es debida, fundamentalmente, a la incorporación masiva de la mujer al trabajo y la ampliación de su jornada laboral. Normalmente los niños se encuentran solos en casa y no pasan demasiado tiempo junto a sus padres. Y aunque éste bien pudiera ser uno de los grandes motivos, también es cierto que esto lleva sucediendo más de 25 años, y sin embargo nunca, hasta ahora, habíamos llegado a esta situación; por lo que quizá debiéramos empezar a cuestionarnos otra serie de factores que están incidiendo en ella y agravándola cada vez más, hasta llegar al punto en que casi nos está desbordando.

Personalmente, considero que deberíamos tener en cuenta aspectos como la crisis de valores a la que me he referido a lo largo de este escrito, la cada vez más escasa formación que adquieren nuestros docentes al término de su carrera, la falta de preocupación de gran parte de padres sobre la educación de sus hijos...

Y es que todos hablamos sobre educación, porque la educación nos rodea e involucra a todos (actualmente, ¿quién no ha pasado por la escuela?), y tal vez este sea el motivo por el cual la mayor parte de las familias dan por hecho que saben educar a sus hijos correctamente. Y he aquí el posible gran error. Pero no por ello deben dejar la totalidad de la educación de su descendencia en manos de los centros escolares, ya que éstos no pueden (ni en ningún caso deben) ocuparse de todo e incluso llegar a suplantar a los padres en su labor, que debe ser exclusiva. Ha de existir una íntima colaboración entre familia y escuela, que una sus lazos y procure garantizar la educación como un todo, que no quede inconexo ni desvinculado de lo que supone la propia identidad de los jóvenes, que se forma y modifica continuamente a través de sus vivencias en el contexto que les rodea y que les debería a invitar a ser ellos mismos, independientemente de las expectativas que su círculo más cercano les imponga.

Es por ello por lo que se hace tan necesaria una Educación en Valores en los centros educativos.

Cada vez que sucede un hecho criticable o rechazable, surgen voces que reclaman la presencia de acciones que propicien el conocimiento de valores que puedan servir de antídoto a esas situaciones en todos los niveles del sistema educativo. En este campo se reclama una asignatura que enseñe la importancia de la seguridad vial, que rechace cualquier tipo de violencia o agresión, y que destaque aspectos como el respeto, la igualdad o la tolerancia.

En la formación recta de las conciencias, que es condición de la comprensión sobre el valor de la obediencia al derecho en las sociedades bien ordenadas, la educación es un instrumento indispensable. Necesitamos terminantemente una asignatura sobre la educación en valores que no puede ser improvisada, ni coyuntural, ni oportunista, sino completa y adecuada a la edad de los alumnos, con una permanencia en el tiempo que le permita producir unos buenos resultados. Además, debiera ser general y para todos los estudiantes, como una pedagogía de la convivencia y de la libertad.

Sin embargo, antes de poder proceder a trabajar sobre ella, se necesitan desterrar posibles prejuicios o comparaciones con la asignatura de Religión o con el adoctrinamiento que suponía la llamada “formación del espíritu nacional”, ambos patéticos intentos de intoxicación con los ideales del cristianismo y del franquismo, respectivamente.

Aunque por último, cabe señalar que una Educación en Valores libre de sesgos políticos, religiosos y/o culturales es un aspecto que aún hoy queda pendiente. No es fácil confeccionar una escala de valores “limpia” y apta para todos, ya que a ésta suelen pertenecer valores morales concebidos tradicionalmente como propios del conservadurismo (como bien cita Innerarity: familia, patria, vida, seguridad, mérito, orden, autoridad...), y no otros que están más bien del lado progresista pero que no son ni mucho menos insignificantes, como: servicio público, universalidad, libre consentimiento, responsabilidad o solidaridad.

Quizá, antes de ponernos a establecer este tipo de valores que de uno u otro modo aparecen sesgados, deberíamos pensar y establecer valores mucho más universales como el respeto, la tolerancia, la paz o la igualdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pués desde el respeto me dirigo. Todavía estoy alucinada no sólo por el contenido, que me parece de una frescura y claridad que me ha impactado, sino también por todo el "trabajo " que habéis realizado en cuanto al diseño y la cantidad de imagenes que habéis colgado.

¡ENHORABUENA! cuando sea mayor (bueno más mayor) quiero ser como vosotros. El martes os buscaré en clase para felicitaros personalmente.

Un saludo (Pilar y Lourdes)