¿Es objetiva, o útil, una visión apocalíptica de esta realidad y del futuro que a gran velocidad se acerca? ¿O sería quizás más real y oportuna una visión integrada, más positivista y a la vez más positiva? La primera, la visión apocalíptica, como Umberto Eco la ha descrito, es la de quienes sobreviven gracias a las teorías sobre la decadencia que a diario elaboran; mientras que los segundos, los integrados, sin apenas teorización consciente, emiten cada día sus mensajes y hacen amable y liviana la absorción de nociones y la recepción de información: se realiza finalmente a un nivel extenso, con el concurso de los mejores, la circulación de un arte y una cultura "popular". La visión apocalíptica fue rechazada por el gran teórico de la comunicación, A. Moles, para el que la norma de nuestro tiempo no es otra que la diversificación. Para él, la diversificación ha inundado todos los campos, proyectos y saberes: los minicines, las revistas, los canales de televisión, las emisoras de radio y sus múltiples frecuencias, los nuevos diarios, las formas diversas de cocina; y hasta las formas de absorber e integrar la cultura en la propia personalidad: "El hombre que vive inmerso en la vorágine de los medios -concluye- acaba incorporando una cultura de retazos, absorbida en pequeñas dosis, sin estructura, orden ni jerarquía, muy lejos de la cultura lineal y estructurada de la escuela y de la universidad clásicas" (La sociodinámica de la cultura, 1962). La comunicación de masas cumple funciones esenciales en una sociedad que emplea una tecnología especializada y compleja para controlar el medio ambiente, y para transmitir, de generación en generación, la herencia de la sociedad. Desde un punto de vista científico-social no parece, sin embargo, sostenerse que el auge de las comunicaciones masivas necesariamente lleve a una sociedad indiferenciada, falta en general de articulación, e incapaz de tomar decisiones colectivas. Son, eso sí, instrumentos de control y del cambio social, que pueden tener consecuencias positivas o negativas según sea su organización o su contenido.(Consumismo, cultura de masas y control social, ArteHistoria)
No es necesario partir de una visión apocalíptica para valorar los efectos de los medios masivos sobre la cultura contemporánea, sino que basta con ser realista. Nos guste o no los medios inciden más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean gustos y tendencias en públicos de todas las edades, construyen la agenda de los temas sobre los que discutimos a diario, y hasta han cambiado las formas de gobernar y hacer política. Lo que antaño pudo ser una verdad parcial hoy tiene el tono de una verdad lisa y llana: los medios masivos de comunicación se han vuelto más gravitantes en nuestra formación cultural, en la manera de relacionarnos con el mundo y con nuestros semejantes, en los trajines cotidianos del trabajo y la creación, y hasta en la intimidad de la vida hogareña (Antonio Mercader)
La cantidad, la abundancia, no es siempre sinónimo de calidad, pues como advierte George Steiner, “los propios medios pueden trivializar aún más tanto el conocimiento como la experiencia, tanto el significado como la forma; la ciber-red puede estar atestada de basura e incitación; puede anestesiar la sensibilidad hasta el punto de la inercia(el teleadicto frente a la pantalla del televisor)”
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